El cubo o hexaedro es – a nuestros propósitos – el modelo tridimensional por excelencia:
- Forma sobradamente conocida por los alumnos.
- Adecuada a la orientación en las tres dimensiones del espacio.
- Homogénea en sus elementos, facilitando la representación interior (lo que por evocación llamamos “concreto imaginado”).
- Posiciones relativas de elementos fácil de reducir y expresar en términos topológicos simples: arriba/abajo, derecha/izquierda, próximo-delante/lejano-detrás. Como corolario:
- Reducibilidad de sus elementos a términos simbólico-matemáticos simples: cifras, letras, etc.
- Complejidad graduable en sus elementos. Permitiendo tomar como soporte para una situación didáctica sus 6 caras, sus 8 vértices o las 12 aristas.
- Intercambiable con formas muy comunes mediante transformación topológica (ortoedros, paralelepípedos). Con una doble consecuencia benéfica:
- Servir de modelo sustitutorio de estas formas.
- Recíprocamente: permitir el recurso a otros modelos homotópicos, más asequibles en determinadas circunstancias.
Aspecto decisivo, al identificar el habitáculo del aula con el cubo objeto de la tarea. Disponiendo de una referencia común a todos los alumnos, con elementos fáciles de localizar y nombrar en la comunicación grupal
- Sencillo de obtener o producir en dimensiones y cualidades físicas adecuadas.
Nuestra elección fue: en madera, 4×4 cm. Preparando también adhesivos con números en braille y tinta, o colores y letras. Económico, estable, de limpieza fácil, abarcable por una mano y elementos diferenciables hápticamente… Con ellos:
Los dados de oro del rey Midas
Visión de rayos X
Circuitos espaciales
Fabricando embalajes
Pavimentos y recubrimientos